ANÁLISIS
Política
Si el líder del PP no obtiene en las europeas de hoy una victoria clara sobre Sánchez, los suyos empezarán a preguntarse si no se equivocaron al elegirlo
Antonio Avendaño
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, y la cabeza de lista Dolors Monserrat en un acto de de campaña. DIEGO RADAMÉS/EP
Muchos medios lo definían en sus titulares con el sobrenombre de ‘el hombre tranquilo’. Preferiblemente los medios amigos, pero también no pocos que le eran ajenos o adversos. “Núñez Feijóo: el hombre tranquilo”. Así lo denominaron en su día La Voz de Galicia, TeleMadrid,Televisión Española o la cadena SER. Y, ciertamente, el político que bajó de Santiago a Madrid a principios de 2022 era un hombre tranquilo, templado, sin aristas, parecía que nada pudiera hacerle perder aquella parsimonia gallega puntualmente alimentada por una sucesión de mayorías absolutas que, siendo la mejor carta de presentación para dirigir el Partido Popular, habían acostumbrado mal a nuestro hombre al alejar de su carrera política cualquier presagio de adversidad.
La victoria indiscutible del PP en las elecciones municipales y autonómicas de la primavera de 2023 afianzaronen élla seguridad en sí mismo, yen el partidola certeza de que el cambio de montura había sido un acierto. Alberto, el hombre tranquilo. Feijóo, el líder mesurado, el político que en opinión del periodista Vicente Vallés II (el de Antena 3, no el de TVE) “carece del deseo irrefrenable de alcanzar el poder de Pedro Sánchez”. Jugaba con ventaja Vallés, pues para las derechas no hay político en el mundo que salga mal parado de una comparación con el alevoso socialista que está llevando a España a su segura destrucción.
Un tropiezo inesperado
La evangélica mansedumbre del líder gallego se vio, sin embargo, turbada al día siguiente mismo de su primera victoria en las territoriales del 28 de mayo del año pasado. Dos circunstancias sembraron la inquietud en el expresidente de la Xunta: el abrupto adelanto de las elecciones generales al 23 de julio de 2023 decidido por Pedro Sánchez y la prisa de los barones locales y territoriales del PP por amarrar alianzas institucionales con la extrema derecha para asegurarse presidencias autonómicas y alcaldías.
El adelanto electoral no estaba su mano evitarlo, pero las prisas en pactar con Vox, sí. O se piensa que sí: en realidad, nunca sabremos si dejó hacer a sus barones porque aliarse con Vox le parecía entonces una buena idea o si lo hizo porque de habérselo prohibido se arriesgaba a que no le hicieran caso. Ahí se reveló como un líder, más que tranquilo, indeciso y blando, que es precisamente lo único que no puede ser un líder cuando está en pleno proceso de afianzamiento como líder; mostrarse blando está muy bien cuando ya eres ‘el puto amo’, pero nunca antes.
La historia del 23-J es conocida: las encuestas le garantizaban una suma de gobierno en alianza con Vox que nunca se produjo. Narciso Michavila, el infalible gurú demoscópico según las derechas, dejó de serlo aquella noche aciaga del 23 de julio de 2023: la misma noche en que comenzaría a operarse de manera irreversible la transformación del propio Feijóo. Alberto Núñez ‘Jekyll’ comenzaba a transfigurarse en Alberto Núñez ‘Hyde’. El buen tono, respetuoso y transversal, de su primer año de mandato como líder del PP se agrió súbitamente. Ganó las elecciones pero no le dio la suma: le costó aprender la dura lección de que lo que importa tras el recuento de votos no es cuántos diputados tienes sino qué puedes hacer con ellos. En su caso era nada.
Noche de nervios
Las palabras del líder del PP fueron haciéndose cada vez más desabridas: empezaba a dejar de ser el hombre que había sido hasta solo unas semanas antes. La alianza de Sánchez con el independentismo y la aceptación por el líder socialista de la ley de amnistía exigida por Carles Puigdemont para hacerlo presidente agriaron aún más el perfil político de Feijóo.
Desde hace algo más de un año, ninguno de quienes en 2022 lo describían como un hombre tranquilo volvió a asignarle un adjetivo que ya no le cuadraba, lo cual no es necesariamente malo, pero tampoco bueno si no eres capaz de sustituir con una nueva virtud aquella que has perdido. Feijóo ha dejado de ser un hombre tranquilo para pasar a ser simplemente un hombre intranquilo, no un hombre audaz, o un hombre taimado, o un hombre implacable. La tranquilidad es una virtud; la intranquilidadno es un pecado pero sí un lastre.
La campaña de las europeas que se celebran este domingo ha delatado a un Feijóo presa de la agitación y la zozobra. Partió con una ventaja de no menos de ocho puntos y ahora el malvado ‘Perro Xanche’, ¡guau, guau!, le pisa los talones. Los suyos leerán con suma atención los resultados: si no logra una ventaja suficientemente holgada sobre el PSOE, empezarán a preguntarse, azuzados desde la Puerta del Sol, si Feijóo es el hombre idóneo para desalojar a Sánchez de la Moncloa. Si la maldita amnistía no mata a Sánchez, se preguntarán, qué diablos puede matar a este tipo que se alía con los etarras, abraza a los separatistas, persigue a los jueces, insulta los periodistas y pone a España en venta a cambio de un puñado de votos. Feijóo tiene motivos para la intranquilidad. En cuanto a Sánchez, esta noche se sabrá si los tiene o no.
